Ha sido noticia en la prensa barcelonesa, pero también a nivel nacional, pues lo hemos visto también en las televisiones. El tema es el siguiente:
El miércoles 31 de diciembre, se extinguió la moratoria de treinta largos años que permitió a muchos comerciantes congelar el precio de los alquileres de sus negocios para desesperación de quienes les habían arrendado sus locales. Los propietarios de estos edificios han esperado todos estos años para ver llegar este momento y empezar a resarcirse de la pérdida de ingresos que significó aquella medida nítidamente proteccionista.
Quienes negociaron hace tiempo con los propietarios, actualizando las rentas al margen de la moratoria, conseguirán sobrevivir a la extinción. Otros o no han sabido negociar o no han podido o no han querido. Esa es la razón por la que posiblemente esta misma semana algunos comercios centenarios no subirán ya la persiana. La lista es más triste que larga: El Indio de la calle del Carme, Musical Emporium en la Rambla, el colmado Quílez de la calle Aragón, la hojalatería Pedro Apollaro, la cestería casa Miranda de Banys Nous, la tienda de ropa Deulofeu de la plaza Sant Jaume o la pastelería Nova Montserratina de Canuda, entre otros, y en los que no falta una panadería tan emblemática como Fortino, con 80 años a sus espaldas.
En el segundo año de este mandato el Ayuntamiento de Barcelona, alarmado por el creciente número de comerciantes que anunciaban el cierre ante la inminencia de la fecha del 31 de diciembre del 2014, anunció su intención de lanzar un programa de protección del comercio histórico de la ciudad. De hecho, desde el mes de marzo del 2014 está vigente una suspensión de licencias sobre 389 locales comerciales considerados emblemáticos, en algún caso a su pesar.
La suspensión -que impide el traspaso para emprender una actividad distinta de la que ya se desarrollaba en el local- era un plan de choque a la espera de un plan especial que el Ayuntamiento prometió aprobar antes de terminar este año. Una promesa que no se ha cumplido.
Tal vez las medidas propuestas por el Ayuntamiento sigan otros derroteros. El alcalde Xavier Trias sugirió en una entrevista concedida a RAC1 un plan de choque que, aventuró, podría pasar por “la compra de seis o siete tiendas”. La idea seguiría la estela de lo que se ha hecho en otras ciudades como París, donde el municipio ha adquirido algunos cafés históricos de la ciudad para garantizar su continuidad. Trias no dio más detalles que, probablemente se reserva para los próximos meses, pero sí advirtió que quiere evitar la expectativa de que habrá dinero público para el plan de salvamento que “dispare el precio de algunos locales comerciales”. Dos preguntas quedan en el aire. ¿Significa esto que el plan especial anunciado en marzo del año pasado queda descartado? Y, en segundo lugar, ¿cómo justificará el Ayuntamiento ante los comerciantes que sí negociaron a tiempo la revisión de sus alquileres la aportación de dinero público en el plan de salvamento de las viejas tiendas?
En cualquier caso, por el momento muchos comerciantes han debido luchar a solas, sin más respaldo público por la supervivencia de sus negocios que la suspensión de licencias a precario.
En dos casos nos encontramos a dos mujeres al frente de sus negocios, Video Instan y la panadería Fortino, afectadas por la ley de Arrendamientos Urbanos, han decidido no cerrar y luchar.
En el primer caso, Aurora Depares es la heredera de una colección privada de más de 44.000 copias de películas, todas en formato VHS y DVD. Ya se pueden imaginar que en el mundo de las versiones pirata y el universo de YouTube es difícil sobrevivir económicamente administrando ese legado y dar de comer además a sus cuatro empleados. Por si fuera poco, su negocio, Video Instan, el primer videoclub de España fundado hace 34 años en Barcelona, es también otra víctima más de la extinción de la moratoria de la ley de Arrendamientos Urbanos.
La historia de la panadería de los Fortino, en la Travesera de Gràcia (en el 145), es similar porque también está afectada por el fin de la moratoria y porque al frente hay otra mujer decidida a resistir. Gemma Fortino es la cuarta generación de panaderos de este comercio cuya licencia, en este mismo local, adquirió su bisabuelo. Ha decidido que mantendrá abierta su tienda hasta que el juez decida sobre el litigio con el propietario del inmueble, que ni tan siquiera le ha hecho una oferta de renovación. Sencillamente les ha dicho que debían marcharse. “Que quede claro que no nos vamos y no cerramos”, afirma Fortino en una intervención televisiva.
En el caso de los Fortino su singularidad consiste en que son artesanos de verdad, con un solo horno que es de leña. Por el momento, Gemma Fortino ha decidido habilitar un nuevo obrador en otro local del barrio para garantizar que si las cosas van mal dadas podrán seguir trabajando los diez empleados de la panadería y cuando llegue el momento, “con tiempo y calma”, buscará otro lugar en el barrio de Gràcia para vender el pan que fabrican. No le preocupa demasiado el traslado, “ahora mismo hay cuatro locales vacíos al lado”.
Fortino asegura que lo que la saca de sus casillas es comprobar que algunos comerciantes han debido cerrar por el aumento de las rentas y que al final los locales se han quedado vacíos o se han alquilado por menos del precio que exigían a los antiguos ocupantes. “El problema –concluye– es la ley, no nosotros”. Deseamos que se imponga la cordura comercial y que establecimientos como la Panadería Fortino (forn@fornfortino.com) no se vean obligados a cerrar sus puertas.
Fuente: pastryrevolution.es