Hoy en día siguen comercializándose karapaixos de pan, pero la versión dulce de bollo con huevos de chocolate o animales, es la que más adeptos tiene, con Egaña como referencia obligada
- La costumbre de regalar a los ahijados una torta de pan con huevos y chorizo se mantuvo en los caseríos y se popularizó en las panaderías
- La versión de repostería, con bollo y huevos o figuras de chocolate, es la que más adeptos tiene hoy en día
Desde el miércoles de ceniza hasta el domingo de Resurrección, hay un imprescindible para el paladar en Oñati, es el karapaixo. La ancestral tradición (desaparecida en muchos lugares), de regalarlo a ahijadas y ahijados sigue gozando de una excelente salud en el municipio. ¿Quién no ha probado, aunque no sea goloso, la popular versión repostera de bollo y chocolate? «Cuando yo era pequeña, eran típicos los de pan y huevo duro que hacían en casi todos los caseríos, ahora se llevan más los de pastelería, y a mi me gusta mantener las tradiciones», explicaba el viernes una amama que cumplía con los nietos ante la ausencia de padrinos. A su lado dos madrinas y sus respectivos ahijados dilucidaban si optar por el clásico huevo de chocolate con sorpresa o la fauna de animalitos.

Karapaixo (@Bekerreke twitter)
Los obsequiados dictaban sentencia, «un huevo y una gallina ¿vale?» Imposible dar un no por respuesta. «Es una tradición bonita, no se bien de dónde viene, pero si que hay que mantenerla hasta el día que se casan, así que tal y como está el patio, tenemos karapaixo para rato», sonreían antes de juntarse en familia. «¡Hoy ya tenemos la cena preparada, un colacao o chocolate y listo»¡
¿Y de dónde viene la costumbre? Parece que es anterior a la romanización y que en su origen la tradicional torta de pan con huevos y chorizo se llamaba ‘garapaio’. Se hacía para dar la bienvenida a la primavera y los huevos simbolizaban la nueva vida. Tras la cristianización pasó a celebrarse en la cuaresma con los padrinos como protagonistas, y las últimas décadas, desviándose de la ortodoxia, a las tradicionales incrustaciones de huevos cocidos se sumaron nuevas incorporaciones como la del chorizo e, incluso en algunos casos, trozos de jamón. Añadidos que reflejan la evolución que en el tiempo han ido desarrollando no solo el gusto, sino también el nivel de vida de nuestra sociedad.
El karapaixo tradicional consistía en una torta u opila de pan en forma triangular, con tres huevos incrustados, cada uno en un extremo del pan. Los de Eskolatxo y los de Aiastui, siempre han sido muy apreciados, pero casi todas las panaderías trabajan la tradición en algunas de sus dos modalidades (pan o bollo), en la mayoría de los casos por encargo. «El año pasado probamos el de bollo de Bizipoz, con regalices y un txantxiku de gominola, y me gusta también el de Irizar, aunque mi favorito es el de Egaña, por eso hoy estrenamos la tradición con el más clásico. Hasta Semana Santa caerán todavía algunos más», relataba una incondicional a las puertas del popular establecimiento de Kale Barria, referencia indiscutible de la tradición del karapaixo.
El caserío ha sido sin duda el santuario que ha mantenido con vida costumbres antiquísimas como la del karapaixo, que junto con las pastelerías que le han dado la transformación necesaria para la vida moderna, no habría sobrevivido al modo de vida urbana.
Origen y significación
Habría que distinguir entre su significación original y la que se le atribuye en la actualidad. Hoy día la ofrenda del karapaixo en Oñati se identifica principalmente con la relación padrinos-ahijados. Desplazado de su contexto original, el significado tornó a una especie de ‘renta anual’ simbólica con la que los padrinos obsequian a sus ahijados en representación y demostración de su buena disposición hacia la responsabilidad adquirida con el menor. El rito se mantiene hasta el matrimonio del ahijado, hecho que representa la mayoría de edad e independencia del mismo.
El crítico e investigador gastronómico José Carlos Capel, en su estudio de los panes rituales españoles, atribuía a estos ritos un origen paleocristiano, derivado de cultos agrícolas de la antigüedad, que ajustados al ciclo litúrgico cristiano, han sido incorporados al calendario occidental. Su disposición cronológica revela trasfondos extraídos del calendario lúdico romano y de fastos protohistóricos anteriores. Capel recordaba que el proceso de romanización fue radicalmente tolerante con las prácticas y creencias de culto de los pueblos sometidos, favoreciendo de esta manera el desarrollo de ritos a partir de la mezcolanza de divinidades paganas y la pervivencia de ritos indígenas.
Entre los principales cultos paganos de toda la cultura mediterránea destaca la fiesta del equinoccio o de la primavera, con viejas ceremonias en honor de la Madre Tierra a través de, por un lado, el pan como representación del cereal, símbolo de fertilidad telúrica y por otro lado, del huevo. El huevo representa la semilla de vida y materia de generación, vinculada a la primavera, a la resurrección de la naturaleza y al inicio de cada nuevo ciclo biológico. El karapaixo es sin duda una más dentro de las diversas manifestaciones rituales en honor a la primavera.
Según Capel, «la costumbre de ingerir u ofrecer panes o bollos con huevos -entre enamorados, de padrinos a ahijados, de feligreses a sacerdotes- perviven arraigados en occidente como un fiel trasunto de costumbres remotas».’Munda’ se denominaba a las cestas de frutas y pasteles que en Roma se ofrendaban a Ceres, diosa romana de la agricultura. Y como ‘Munna’ se denominaba en árabe a los presentes que recibían los sultanes con ocasión de la Pascua de Aid-el-Seguer, al concluir el mes penitencial de Ramadán. «De las primitivas ofrendas de huevos y frutos secos derivarían las masas de harina -panes o bollos- con huevos en su interior», afirma.
En la actualidad en Cataluña se denomina ‘Mona’ al bollo con huevos con el que los padrinos obsequian a sus ahijados el Domingo de Resurrección. En Castilla, Andalucía y parte de Aragón, su equivalente sería el ‘Hornazo’, en Asturias el ‘Bollu Preñau’, mientras que en Euskal Herria tenemos la ‘Opillas’ o ‘Pipar-opillas’, categoría en la que se encuadraría el popular karapaixo que sigue endulzando la cuaresma oñatiarra.
Fuente: diariovasco.ocm